Andaba yo pensando estos días, qué pensamientos nos hacen sentir paz, alegría…serenidad.
El tiempo y las experiencias me han enseñado que combinados en diferentes dosis, son lo más parecido a eso que llamamos felicidad.
Recordar a mi madre acariciando mi pelo. Yo anillando el suyo.
El sonido del «Un, dos, tres». Mi hermana y mi padre en el salón esperándonos para verlo juntos.
Los veranos en la playa, en familia, cantando a grito pelado con mis primas y mi hermana en la piscina.
Mi abuela recordándome, ante mi inquietud, ese «tú vales mucho cariño» que tanto echo de menos.
La atenta mirada de Pablo al nacer. Besos, caricias.
Esos son algunos de los pequeños grandes tesoros. Mis anclajes en momentos de incertidumbre y por qué no decirlo, de miedo.
Todos ellos tienen un punto en común:
La Ternura.
Una joya ahora más que nunca.